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....Y no están poseídos por las mismas Furias los declamadores que vociferan lo
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-Estas heridas que veis las he recibido por la libertad del pueblo; este ojo, por
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vosotros lo he sacrificado. Dadme un guía que me conduzca a mis hijos, que mis
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piernas con las corvas tajadas ya no me sostienen (2).
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Estos discursos serían tolerables si por lo menos mostraran el camino de la
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elocuencia a los aprendices. Pero el caso es que esta verborrea y catarata de
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frases huecas sólo sirven para que, una vez en el foro (3), ellos se creen caídos
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Seguro estoy de que la razón del total embrutecimiento de estos jovencitos en la
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escuela es que nada de lo que allí oyen o ven les da una imagen real de la vida.
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Sólo se trata allí de piratas emboscados con cadenas en las playas, de tiranos que
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obligan a la gente con edictos a decapitar a sus propios padres, de sentencias de
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oráculos que en epidemias ordenan inmolar tres o más vírgenes.
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Todo no es sino fraseología altisonante y dulzona. Todo, palabras y acciones, da
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la impresión de estar sazonado con adormidera y ajonjolí (4).
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El paladar de los que se nutren con esto se trastorna: nunca huelen bien los que
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Permitidme, pues, que os diga que vosotros sois los primeros responsables en
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haber echado a perder la elocuencia. Con vuestra palabrería inútil y vana y con
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vuestros ridículos trabalenguas habéis transformado el buen decir en una cosa
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Los jóvenes no eran todavía prisioneros de las declamaciones en la época en que
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Sófocles y Eurípides encontraron la manera adecuada de hablar. En aquel tiempo
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no hubo ningún umbrático doctor de colegio que ahogara el buen gusto, cuando
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Píndaro y los nueve líricos (5) cesaron de cantar con el ritmo homérico.
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Si no queréis que os cite solamente ejemplos de poetas, tomad a Platón y
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Demóstenes: yo no veo que hayan recurrido a esta clase de ejercicios.
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La elocuencia, si es grande y, por así decirlo, casta, no ha de maquillarse ni
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hincharse. Triunfa cuando su hermosura es natural. No hace mucho que esta
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charlatanería fanfarrona y desequilibrada emigró del Asia hasta Atenas,
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envenenando con su influencia, como un astro maligno, las aspiraciones de los
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jóvenes a las grandes empresas. Con su estilo corrompido, la elocuencia se
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paralizó y enmudeció (6).
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Decidme: en definitiva, ¿quién ha superado hasta ahora la gloria de un Tucídides
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o de un Hipérides? y no es únicamente la poesía la que ha perdido sus sanos
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colores. Todo lo que se ha empachado con dicho alimento no ha podido sobrevivir
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hasta las canas de la vejez.
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También la pintura ha corrido la misma suerte desde que los egipcios osaron
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simplificar el procedimiento de este sublime arte.
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Agamenón no soportó que mi declamación en el pórtico durase más que la suya
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propia hecha con sudores en la sala de conferencias (7).
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-Muchacho -me dijo-, puesto que eres original en tu manera de hablar y, cosa
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extrañsima, aprecias el recto talento, yo te revelaré los secretos de este arte. Al
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fin de cuentas, no son los profesores los que tienen la culpa de estas prácticas
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pues están obligados a decir tonterías en medio de tantos imbéciles. Si sus
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lecciones no agradaran a estos chicos, «se quedarían solos en sus conferencias»,
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Mira a los aduladores profesionales: cuando intentan ser invitados a la cena de
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algún magnate, lo primero que piensan es alabar lo mejor posible a su auditorio,
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ya que no conseguirían lo que buscan si no seducen las orejas de su personaje. El
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maestro de elocuencia es como el pescador que, si no pone en su anzuelo el cebo
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deseado por los pececillos, permanecerá toda la vida sobre la escollera sin
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esperanzas de pescar algo.
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¿Conclusión? Son los padres quienes deben ser reprobados, pues no quieren
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hacer educar a sus hijos con una disciplina severa. Como en todo, lo primero que
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hacen es sacrificar en aras de la propia ambición sus esperanzas. Después,
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apresurados por las ganas, impulsan hacia el foro a estos espíritus todavía
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Y esta elocuencia, que consideran como lo más grande del mundo, es puesta en
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manos de recién nacidos. Si los dejaran realizar sus estudios de manera gradual
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para que el espíritu se impregne de los preceptos de la filosofía, para que
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extraigan las palabras de un implacable estilo (9), para que escuchen bien a los
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modelos que quisieran imitar, para que se persuadan de que todo lo que seduce a
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la infancia es mediocre, muy pronto esta sublime elocuencia recuperaría la
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autoridad de su majestad.
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Hoy en día la niñez sólo se dedica a jugar en la escuela; la juventud hace el
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ridículo en el foro y, lo que es más vergonzoso, los mayores no se atreven a
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confesar la pésima educación que recibieron de niños.
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Y para que no creas que desapruebo las improvisaciones (10) familiares a la
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manera de Lucilio, me serviré como el de un poema para expresarte mis
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SI alguien desea cosechar los frutos de este difícil arte y aplicar la mente a lo
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sublime, debe; primero, llevar una vida rigurosamente regulada en la frugalidad;
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despreciar con frente serena el altanero palacio; dejar de merodear como un
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cliente vulgar la mesa de los poderosos; huir de compañas libertinas, no sea que
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el fuego de su ingenio se apague en el vino; no debe sentarse en el teatro para
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aplaudir por dinero cada frase de su actor; sino que, aunque le sonría la ciudadela
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de la belicosa Tritonia (11), o la tierra habitada por el colono lacedemonio (12), o
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la morada de las Sirenas (13), consagre sus primeros años a la poesía y beba con
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ánimo fecundo de la meonia fuente (14).
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Una vez ahíto de la socrática tropa, dé, libre, rienda suelta a su inspiración, y
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blanda las armas del gran Demóstenes. Rodéese después de la hueste literaria
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romana, y cambie con ella su estilo si lo tiene ataviado de resonancias griegas, e
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imprégnelo de un sabor original.
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De cuando en cuando despliegue en el foro sus páginas y dé libre curso a su
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lectura, y que allí resuene la Fortuna, caracterizada por la rapidez de sus
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